LOS DIAS
NAVIDEÑOS EN LA
VIEJA CAJAMARCA
Escribe: Nicolás Puga Cobián
Fiesta y evocación con tendencia a lo
ingenuo y pintoresco, sabor a cosa añeja siempre fresca y renovada, era en la
Cajamarca de ayer la Pascua de Navidad. Fue también, por excelencia, fiesta hogareña y familiar, jolgorio y
paraíso del alma infantil.
La Natividad de
Jesús era celebrada en Cajamarca con infaltables detalles que resaltaban su
significado: los Nacimientos y los Villancicos.
Los Nacimientos en Cajamarca fueron
próvida fuente de inspiración popular para representar a través del tiempo, fiel
en todo lo que tiene del ambiente genuinamente serrano, de acuerdo a los usos y
costumbres seculares de esta tierra; son indisoluble mezcla de lo indígena y lo
hispano con todo aquello que durante tres siglos trajo la presencia de la
cultura del viejo mundo y lo sembró y cultivó al amparo de un clima social
lleno de misticismo y credulidad; la síntesis de lo divino y lo humano
expresado en forma natural y primitiva, con figuras, cuadros, cantares
entresacados del ambiente familiar y rural, desde el misterio compuesto por la
Virgen, San José y el Niño Jesús, con los Reyes Magos y los animales del
pesebre de Belén, sin faltarle detalles geográficos propios de nuestro medio
como montañas, ríos lagunas y demás, salpicados con chozas, pastoras y hasta animales de
nuestra región.
Los Villancicos o canciones populares
de contenido religioso, que encierran en sus letras mensajes de amor y valores
cristianos, como necesidad espiritual, contienen también un sentido de añoranza
y al recordarlos es posible remontarse a través del tiempo a las plácidas horas
infantiles. Esos villancicos tienen la marca inconfundible del Ande, al cual se
han adaptado como algo propio, no solo en su conformación material sino en su
profundo significado humano y mestizo, conforme a si idiosincrasia, con
elementos genuinos del medio.
Esos Villancicos y recitaciones eran
acompañados con instrumentos musicales,
completando así el ambiente de perfume y dulzura que exhalan estos
preciosos parajes muy parecidos a los lugares evangélicos donde hace más de dos mil años transcurrió la
vida de Jesús, con los dramáticos pasajes de la Pasión de Jesús, que concluyó
en el Gólgota.
Las pallitas de anaco y los cholitos de
llanques y calzón de chicote, con sus candorosas voces y bailes, recorrían la
ciudad cantando villancicos, al son de sonajitas, acompañados de reinas y princesas que
portaban en las manos ofrendas para ofrecerle al Niño Dios.
La Navidad en Cajamarca, tras un
cansado enlace de preparativos del más variado jaez, comenzaba el l6 de
diciembre en las primeras horas de la noche con “Los Aguinaldos Del Niño”,
más que
en las iglesias en casas
particulares de vieja solera pascual.
Luego de los rezos entraban las parejas
de veladores designados desde el año anterior, quienes tenían a su cargo el
arreglo del Nacimiento en el que al inicio colocaban solamente las imágenes de
La Virgen y San José, brindando luego espirituosos licores nacionales y
extranjeros con los invitados. Al promediar las diez de la noche, servíase el
fragante chocolate, dulce, fuerte, caliente y de manos de mujer, acompañado de
rosquitas de manteca, bizcochos de las Merino, bizcochuelos, panecillos de
maíz, turquitas bañadas con yema de huevo y otros pasteles preparados en casa o
también adquiridos en el Convento de las Madres Concepcionistas y en cuyo caso
la mesa navideña lucía con extraordinaria y deliciosa variedad entre la que
resaltaban las rosquitas fritas de yema, las bizcotelas, los “cigarritos” de
azúcar, los postres de toronja o de limón real, los higos rellenos, carneritos
de azúcar, pasteles de natilla y mucho más, para luego continuar el baile
con orquesta.
En varias casas ya existía, en piezas
armables, la estructura de madera del nacimiento o Pesebre de Belén, revestido
con tela pintada ex profesamente, al cual se le iba agregando sólo cada pieza
de la decoración alusiva, tanto de madera tallada, cerámica, vidrio o porcelana
y un sinfín de materiales, ya sean importados o de la artesanía local, que una
vez terminada la fiesta después de la “Bajada de Reyes” volvían a sus baúles,
estuches o alacenas para esperar el siguiente año.
Nueve noches consecutivas sin apelación
posible, perfumadas con el incienso de oriente, duraban los aguinaldos; pero, la noche del 24 era la de “Diacatolicón y
engrudo, consondolí de yeso y priquete mangansúa” , como decían los viejos
jaraneros de la Lima que se fue, pues aquí
nadie dormía en su cama ni en la ajena, sino que todos los Cajamarquinos
lo pasabamos de clatro en claro recorriendo los Nacimientos, en tanto las
campanas de las siete iglesias, a partir de las diez de la noche, no paraban de
repicar llamando a los fieles a revivir
aquél sacrosanto nacimiento de nuestro Redentor.
Esta noche es noche
buena,
noche de tanto que ver,
que las viejas y los viejos
volverán a renacer.
Cuando la estrella de Belén empezaba a
brillar en el firmamento, toda la población
se alistaba para asistir a la “Misa del Gallo”, mientras tanto en las
cocinas se preparaba el tradicional chocolate. Por esos años el pavo no era
indispensable, porque eran tiempos de
abundancia, baratura y sencillez y no se hacía alarde de nada.
El día 25 era el nuestro, de los hijos
de familia de tres a nueve años, día tan esperado en el que estrenábamos,
vestidos, zapatos y sombrero, para luego, acompañados de nuestros familiares o
allegados, recorríamos la ciudad para ver en detalle cada uno de los
Nacimientos, visitas que nos transportaba a aquellos edénicos parajes bíblicos.
En los templos se lucían los coros de
los franciscanos, de las monjas, de las
huérfanas de Belén, barrios de San Pedro, San Sebastían, el Cumbe, San
José, La Merced, Dos de Mayo y otros; que en esto de entonar la voz los cajamarquinos somos muy mentaditos desde
tiempos de Santo Toribio de Mogrovejo. Diversos grupos de muchachos
cantores, recorrían las comunidades
portando cruces, imágenes en bulto y en lienzo, convirtiendo a los indígenas a
la nueva fe y recibiendo en cada lugar visitado alguna muestra del cariño
cristiano y de la generosidad familiar.
En los templos “nacía” el Niño antes de
las doce – para que los fieles tuvieran tiempo de llegar a sus hogares
justamente antes de la medianoche - , novedad que se anunciaba con repique de campanas,
reventazón de girándulas y avellanas. Pero en casa particulares el Niño Dios
“nacía” a las doce en punto de la noche: dentro de abigarrada multitud de
creyentes que llenaba el recinto aparecía una de las tres muchachas escogidas
entre las más bellas, vestidas de ángeles, llevando la imagen del Niño “recién
nacido” en un azafate de plata o en una canastita de mimbre, metido entre
sedas, terciopelos, pétalos de rosa, claveles y violetas, colocándolo a la
entrada del portal para la adoración de
pastoras y pastores, entre villancicos, recitaciones y desbordante alegría.
Después venía el esperado baile en el
que se lucían las orquestas de don Julio Rojas Succhillo, Rogelio Fernández,
David Marín, Vicente Rojas Pizarro y otros.
Entre los nacimientos más
famosos por la belleza de sus esculturas en madera policromada y de marfil,
destacaban el de doña Helena Cépeda, más conocida como “La Mónica”, en la calle
Dos de Mayo; Ernesto Uceda Gaytán, en el barrio de San Pedro; de “Las Zuritas”
en San José; de “Las Montoya”, arriba del Arco; de “Ña Cargaperros” y de “Las
Payancas” , en San Sebastián; de “Las
Deza” , en Belén; “Las Leandras” , en La Merced; de los Puga, en La Plaza
Mayor; de Ña Melchorita Quiroz, en la calle de Las Monjas; de las “Mestritas
Shocllas” , en su famoso beaterio de San Sebastían.
A parte armábanse otros hermosos y de
grandes dimensiones Nacimientos o Pesebres en las iglesias, y hasta en los
hogares más sencillos del ambiente Cajamarquino se representaba el hecho
cristiano, conforme a sus posibilidades, porque sin ello se consideraba que
Jesús estaba ausente a pesar de ser el protagonista de la fiesta.
“Los Aguinaldos Del Niño” terminaban la madrugada del siete de enero,
luego de “La Adoración De Los Reyes Magos”
seguido de una jarana de “rompe y rasga” en donde se agotaban
definitivamente las provisiones y los cuerpos de los devotos; pero durante
veintidós días todos los recursos y las actividades de la ciudad convergían en
dar a la celebración típicos y brillantes tintes del más genuino costumbrismo
incorporados al alma peruana, precisamente en La Plaza Mayor de Cajamarca, por
la que en la actualidad vemos ya no se guarda ningún respeto.
Todas estas manifestaciones de religiosidad eran adoctrinadas por expertas
mujeres de ancestral renombre navideño, entre las que destacaban: la beatita
Rosario, Nieves Arbulú, Natividad Cabrera y su hija Consuelo Chávez, Aurorita
Quiroz, Victoria Mejía, Sabina Ríos, Ercilia Cobián Puga, Rosa y Mercedes
Arroyo; Ana María, Tula y Josefina Cobián Bueno, y muchas otras que ya pasaron a mejor vida,
pero mientras vivieron dejaron para la posteridad estos hermosos y antiguos
villancicos que me fueron proporcionados con la generosidad que caracterizó a
estas matronas cajamarquinas:
Alelí y jazmines,
retamas en flor,
toma Jesusito,
en prueba de
amor.
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La mama Dominga,
el negrito
Andrés,
me encargan
niñito,
que bese tus
pies.
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De la Magdalena,
subo a Llagadén,
por tras de mi
niño,
que va a Tumbadén
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La vaca y la
mula,
al niño alentaban
y los angelitos
por doquier
cantaban.
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Desde Quingrayquero,
vengo manuelito,
con harina y
huevos
pa’ tu cushalito.
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La flor de
romero,
la flor de alhelí
y el niño que
juega,
con la cuculí.
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Temprano cogí,
un lindo clavel,
para regalarte
mi niño Manuel.
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El sol que
calienta,
la luna que
enfría,
la virgen que
canta,
San José suspira.
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Quishuar de la
jalca,
maguey del
camino,
la torcaza canta,
que ha nacido Dios.
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Arena del río,
piedra del
molino,
los arroyos
cantan,
que ha nacido el niño.
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Asesando vengo,
desde Huacaríz,
trayendo a mi
niño,
su verde
payquito.
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El niño dormido,
al son del
tambor,
y el viento que
pasa
con suave rumor.
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Agua cristalina,
de mi manantial,
traigo a que te bañes,
niño celestial.
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Tocan las
campanas
al amanecer,
que un niño en la
noche,
han visto nacer.
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Palma para Dios,
lliclla para
María,
poncho para José,
frazadas para mi
Niño.
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Cantan los zorzales,
cantan los
huanchacos,
cantan los
jilgueros,
que ha nacido
Dios.
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Duerme manuelito,
entre tus
pajitas,
mientras voy zurciendo,
tus pobres
ropitas.
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Zorzalito de
plata,
gorrión de
cristal,
canten sus
amores,
que ha nacido
Dios.
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